I
can´t breathe…
George Floyd
Hay días como hoy, en los que la
desesperación se anida en mi pecho y la desesperanza recorre todo mi cuerpo
como si fuera su casa. Otros días me visita la tristeza, a quien conozco desde
hace bastante tiempo y nos tomamos un café en la puerta de mi departamento,
mientras contemplamos la lluvia caer. Pero estos últimos días, el sentimiento
de rabia se ha apoderado de mis entrañas, me quema como fuego en la garganta y
estas cuatro paredes sofocan mis gritos pidiendo justicia a un sistema que
lleva milenios haciéndose el sordo.
Es por esa razón que he decidido
convertir mis gritos ahogados en palabras y mis puños cansados en dedos que teclean,
para cuestionarme desde mi propio privilegio y mi posibilidad de quedarme en
casa, haciendo un llamado a quienes luchamos desde cada trinchera para que la
llama de ésta rabia nunca se apague, "hasta que la dignidad se haga costumbre" (Sub. Galeano y Comdta. Ramona, EZLN).
En un país donde existen más de
100 mil personas desaparecidas (61 mil personas de acuerdo a cifras
“oficiales”), donde se asesinan a 10 niñas y mujeres cada día y donde
presentamos índices de violencia comparables a otros países que enfrentan
conflictos armados, la indignación, el miedo y la impotencia son sentimientos
con los que tenemos que lidiar cada día y que tienen costos sociales y
psicológicos que poco a poco nos están pasando factura.
Haciendo referencia a la entrada
anterior de mi compañero Davy (http://trascendercapsi.blogspot.com/2020/05/el-virus-que-exhibio-la-desigualdad.html),
la pandemia ha logrado sacar de manera muy cruda el clasismo, racismo,
desigualdad social, xenofobia y el terrorismo de Estado (y de nación) que
habíamos estado viviendo desde hace décadas, pero que había estado disfrazado
bajo el velo de lo políticamente correcto, sostenido por las estructuras
hegemónicas de una sociedad patriarcal, neoliberal y esencialmente capitalista.
El virus y la cuarentena, impuestas por la “nueva normalidad”, nos orillan a
mantenernos separados, aislados de nuestros compañeros y compañeras de lucha,
tratando de encontrar otras maneras mantener nuestra colectividad incluso en la
distancia, a través del uso de la tecnología (también mediada por las élites de
poder) para subsanar los vacíos que nos deja ésta lejanía que cada vez nos pega
más.
Tener la posibilidad de escribir
desde la rabia, que sigue estando enmarcada en la comodidad de mi hogar, me hace replantearme
éstos privilegios que me han sido otorgados y me mueve a buscar una forma de
ponerlos al servicio de otras y otros, cuyas luchas son distintas pero que
pesan tanto como las luchas a las que yo decido apoyar y que me atraviesan.
Como una mujer mexicana de tez morena, que se adscribe como feminista
interseccional y se nombra como parte de la comunidad queer, he aprendido a
simpatizar con las luchas de otros colectivos que han forjado su historia
caminando a través de la discriminación, la violencia, la otredad y la
invisibilización. Por estas razones y por mi propia historia es que la rabia me
mueve a decir: ¡Ya basta! ¡Nuestras
vidas no son desechables, somos personas no cifras! ¡Estamos distanciadxs, pero
NO ESTAMOS SOLXS!
¡Exigimos que se haga justicia!
La desigualdad social, la violencia de género y el racismo no entran en
cuarentena, siguen estando presentes en nuestras vidas de una u otra manera,
están en nuestra propia casa, en nuestro barrio, en nuestro Estado y en nuestro
país. Las leyes nos siguen violentando de manera sistemática y continúan
favoreciendo a un porcentaje reducido de ciudadanos, decisiones que se toman
detrás de escritorios de caoba hechos a la medida para el político en turno y que
están pensadas para seguir manteniendo el status quo.
Les invito a utilizar la rabia colectiva para
luchar contra aquellos que prometieron protegernos pero que nos han sofocado
hasta la muerte, aquellos que deciden mirar al otro lado cuando las violencias
nos transgreden, porque si no estás indignado… no estás prestando suficiente
atención. Miremos más allá de los movimientos a los que representamos o que nos
representan, miremos la colectividad que surge de unir todas las luchas, de
poner el privilegio al servicio del otro y de mirarnos más allá de nuestras
diferencias.
MPAE. Carmita Díaz López