“El cambio social está en uno
mismo”… Suele ser muy común escuchar este tipo de expresiones sobre todo cuando
se hace referencia a diferentes situaciones que nos acontecen como sociedad y
que bien ejemplifica el qué hacer y la función participativa que tenemos como
integrantes de un todo social. Sin embargo, valdría la pena considerar qué
tanto la aseveración es pensada con miras del “cambio social” per se, o del
mero intento por persuadir a aquellas demostraciones de participación ciudadana
así como las demandas o reacciones del colectivo ante las injusticias.
Esta entrada, está dedicada a
todos aquellos que se han integrado en el colectivo de las diferentes luchas
sociales y también a quienes prefieren el rol de espectadores/jueces ante las
situaciones en las que el contexto también ha participado.
Imagínate que estás en una etapa
muy remota a la cual estás ahora, supongamos que te encuentras en el jardín de
niños y que la profesora marca de actividad grupal, el germinado de una planta
de frijol (seguramente recuerdas esa típica actividad que resulta cliché
durante el preescolar). Supongamos que durante tus observaciones del mencionado
experimento casero, te das cuenta que el tuyo no marcha tan bien que digamos y
que después de dos semanas no hubo ni indicios de brote a diferencia del resto
de tu grupo que tienen plantitas bastante conformadas… Quizá te preguntarás qué
ocurrió, si hiciste todo el procedimiento como indicó la profesora.
¿Considerarías que el contexto en
el que te tocó plantar esa semilla, es diferente al de los demás?
Probablemente, te haya hecho falta agregar agua, o sencillamente, el frijol no
estaba en un estado óptimo para poder germinar a tiempo como el de tus demás
compañeros.
Pues bien, algo similar es lo que
ocurre en cuanto a las atribuciones del cambio social y de la frase de la cual
partimos al análisis: “El cambio está en uno mismo” sería solo contemplar una pequeña
parte de todo el amplio espectro que pudo ocasionar que tu experimento no
brotara a tiempo. Considerar que el cambio comienza y que solo depende de uno
mismo, sería como exigirle a la semilla que a pesar de todo el contexto poco
propicio (clima, poca agua, pobres recursos en su subsuelo, pocas expectativas
de crecimiento, etc…), crezca y se equipare a las demás experiencias.
Ahora, intentemos aterrizarlo a
nuestra realidad como mexicanos. Si es que el cambio pudiera darse con nosotros
(por estar insertos en un gran sistema), es probable que no sea suficiente para
poder escalar dicho cambio a nivel de las políticas, cultura y conformación
social que nos permite estar en comunidad. Esto quiere decir, que cuando cambio,
no cambia en automático mi entorno; sino que necesito de la acción y
participación directa para la modificación de mi mismo entorno y así poder
asegurar que los cambios sean sistemáticos y que puedan hacer la diferencia en
el ambiente.
Cuando el cambio es
unidireccional, únicamente se consigue silenciar el rol que le compete y que
responsabiliza al ambiente para poder proveer los recursos que necesitan las
partes-de-un-todo. Es como decir que nos bastamos únicamente a nosotros
(descartando de plano el “zoon-politikón” o característica sociopolítica del
ser humano que describía Aristóteles) y que los demás estarían en completa
conexión consigo mismos únicamente, creando una sociedad autista y escindida
del mismo medio.
Las necesidades son los motores
del cambio social y el cumplimiento de estas necesidades básicas son las que se
estandarizan en los diferentes movimientos sociales que han surgido: trato
digno mediante los Derechos Humanos, Economías sustentables, Justicia,
Libertad, Salud, Alimentación. La procuración del cumplimiento de las necesidades corresponde
a una tarea en colectivo y asimismo, le compete al entorno en el cual se
desarrolla.
No contemplar al medio, sería
dejarlo en su zona de confort y dejar de gestionar su propio desarrollo, así
como el desarrollo de cada uno de los que integramos y participamos en este
todo llamado comunidad.
Para quienes estamos inmersos en
el cambio social y en la acción directa participativa; es muy común
encontrarnos con la resistencia al cambio. Esta resistencia, suele ser un poco
desalentadora; y con justa razón, vale la pena abordarlo:
La retroalimentación del medio,
resulta primordial en la permanencia de la promoción del cambio social. Es
decir, en la medida en que el medio se vuelva partícipe dentro del fenómeno,
apoyaría en la generación de nuevas respuestas de relación entre cada individuo
y la comunidad. Es por esto que se da lugar a la normalización de la violencia,
de las matanzas, de los abusos y violaciones. Pareciera que perdemos
sensibilidad, pareciera que perdemos nuestra capacidad de indignación.
Asimismo, resulta inquietante la
no-participación de algunas entidades dentro de la promoción del cambio social;
tal parece que no nos sentimos empáticos/interesados ante las desgracias ajenas
o las políticas poco sustentables e inflexibles que el medio impone. Es como si
creyéramos que esas desgracias no nos van a alcanzar en algún momento o como si
estuviéramos exentos de padecer aquel dolor por la pérdida de algún hijo (por
mencionar alguno).
Ciertamente, la no-participación
dentro del cambio social no solamente es ignorar los fenómenos, sino hoy en
día, resulta un “escupir hacia arriba creyendo que no nos va a venir de regreso”;
porque en este cáncer social que vivimos actualmente, los fenómenos de
injusticia, de feminicidios, de desapariciones forzadas, del narcotráfico, de
la contaminación del agua y aire, de nuestro agotamiento de recursos, de la pobreza, de la
violencia, cada vez van más en aumento… ¿Sabes? Esto no respeta edad, ni sexo,
ni clase social; esto arrasa parejo porque estamos en colectivo
inevitablemente.
Sí, el entorno lo está
propiciando y sí, nosotros también participamos en nuestro deterioro al no-participar.
Psic. Davy Aguilar Ríos
Psicólogo Clínico Cognitivo-Conductual y Gestalt
Contacto: 9992-19-89-51
"Trascender". Centro de Atención Psicológica Integral