La concepción de la Psicoterapia como un servicio de
alcances únicamente individuales, ha contribuido en gran medida al
reduccionismo del impacto real que el ejercicio de esta puede
aportar en diversos aspectos, sobre todo, en términos socio-políticos.
La presente entrada, tiene como finalidad, analizar la
praxis psicoterapéutica como un espacio donde la Persona gestiona su entorno
más allá de los límites del consultorio.
El concepto de
Política
Antes de desarrollar las ideas que corresponden a la
entrada, me gustaría aclarar lo que se entiende por política, desde bases lingüísticas
y conceptuales.
“Política” proviene de “politikḗ”, que desde una traducción lo más apegada a la raíz griega, significa
“de, para o relacionado con los ciudadanos”. Concepto que precisamente, se vincula
con la forma en cómo las comunidades se organizan para la creación de su
convivencia colectiva.
Este
concepto también ha sufrido ciertos cambios en la manera en cómo se utiliza
desde las interacciones cotidianas populares, a tal grado de adjudicar el
ejercicio de lo político a aquellas altas esferas de la élite social y que
intentan instaurar un gobierno de intereses individuales, más que comunes.
Asimismo,
esta concepción de política, deslinda al ciudadano de su propio ejercicio,
haciendo que la visualización de esta misma, sea más arraigada a la que ejerce
determinado partido o persona con conveniencia de un determinado Estado,
dejando de lado lo que pudiera gestarse desde una organización o agrupación con
personas conscientes de su realidad social.
La participación del
entorno en la construcción de la Persona
Así como resulta complicado separar al ser humano del
contexto en el que vive, no podemos pasar por alto que este mismo contexto
ejerce influencia en el desarrollo del ser humano y que mediante el día a día,
se ve reflejada en sus interacciones.
Esta influencia, se vive de manera más marcada en el ser
humano, a partir de su entorno más inmediato: la familia. Asimismo, tenemos que
aceptar que esta relación no es determinante ni lineal; es decir, el mismo
individuo puede interactuar, influir y dejarse influir en otros círculos
sociales y de convivencia aparte del seno familiar.
Todo esto, arma un complejo de relaciones de las que
indudablemente, la persona recoge historias, creencias y patrones de conducta
que en ocasiones tienden a favorecer una hegemonía o el mantenimiento de un
status quo.
Actualmente, podemos reflexionar acerca del establecimiento
de relaciones como un ejemplo de este status quo que se va reforzando desde el
entorno:
Las épocas contemporáneas favorecen la instauración del amor
narciso, un amor en donde el ser humano se contempla escindido de su
ambiente y solamente existe para sí mismo; únicamente existen sus necesidades
más cercanas (algunas inclusive, fabricadas por el mismo sistema) y en ocasiones,
se caracteriza por la evitación del contacto con el prójimo.
En la cultura popular actual, lo podemos ver reflejado en la
preferencia por las interacciones a distancia y el tiempo excesivo que
invertimos en cuidar las apariencias en redes sociales virtuales. En el mundo globalizado, parece más sencillo atenuar la experiencia que nos produce la charla cara a cara mediante una pantalla que reconocer nuestra Humanidad a través del otro en contacto directo.
Vemos la vida a través de nuestros dispositivos móviles y vamos ignorando los acontecimientos que tienen lugar fuera de aquella pantalla, los que nos afectan e influyen en todo el amplio espectro de las experiencias. Virtualizamos el mundo con la finalidad de encriptarnos en el individualismo.
Vemos la vida a través de nuestros dispositivos móviles y vamos ignorando los acontecimientos que tienen lugar fuera de aquella pantalla, los que nos afectan e influyen en todo el amplio espectro de las experiencias. Virtualizamos el mundo con la finalidad de encriptarnos en el individualismo.
Si tenemos la oportunidad de interactuar cara a cara con el
otro, ¿por qué no lo hacemos?
¿Las actuales redes sociales virtuales apoyan o sustituyen
el contacto con los demás?
Este modus vivendi del ser humano, ha apoyado la situación
de aislamiento social y por ende, de las cuestiones sociales que también
impactan al individuo, ya sea de manera directa o indirecta. De esta forma, el
individuo ya no se observa como un átomo más dentro de esta totalidad que
llamamos “sociedad”, sino como una entidad totalmente ajena.
Es inevitable que también miremos hacia el papel que el
individuo juega dentro de todo este fenómeno. El ser humano es libre de
elección ante toda situación y su responsabilidad es fundamental para la
persistencia de esta dinámica con el entorno. En estos casos, la misma Persona
ha optado por “dejarse llevar” por las masas sin asimilar esta dinámica.
Asimismo, quisiera aclarar que estar en la masa, no es sinónimo de convivencia; la primera es ser-en-si-mismo pero acompañado por personas que solo corresponden a un escenario, mientras que el segundo apela a su capacidad para mirar la otredad desde el colectivismo, la empatía y desde los intereses de causas en común; es decir, ser-con-el-entorno.
El amor narciso impacta en la indiferencia y en concebirnos
como Personas ajenas a lo que sucede fuera de nuestros ojos. Desde este punto
de vista, surge el cuestionamiento: ¿Existirá algún miedo a perder identidad en
el colectivo?
Psicoterapia para
construir consciencia
Ante la enajenación del individuo de su sociedad, existe una
alternativa (de muchas) que desde la perspectiva de la Psicología, pudiera
apoyar en la construcción y co-creación de consciencias holísticas (Persona en relación
con su entorno). La alternativa que en esta entrada se aborda, es la Psicoterapia.
La Psicoterapia es un espacio a través del cual, la Persona analiza
y reflexiona sobre las dinámicas con las que interactúa con sus redes cercanas.
Evidentemente, la persona se llega a dar cuenta inclusive del papel que juega
para continuar con esas hegemonías que le han impuesto o que ha llegado a
aceptar desde el enajenamiento.
Cuestiones tan cotidianas como estatutos sociales rígidos que
se van arraigando a la estructura de la Persona como “Los hombres no lloran” y
que desde el trasfondo se encuentra una necesidad de buscar alternativas para
expresar lo que ocurre dentro de nosotros. La afirmación “los hombres no lloran”
prohíbe de por medio, la expresión emocional y cercena la libertad del
individuo para finalmente, orientarlo a reprimir su necesidad.
La persona que reflexiona a partir de este argumento impuesto/autoimpuesto
y asimila su necesidad para expresarse, interactúa con el entorno de una manera
más consciente. La persona ya contempla la flexibilidad de poder responder de
una manera que le permita expresarse, sin tener que estar bajo el yugo de una
creencia rígida.
Asimismo, esta construcción de consciencia, puede ser extendida
y transmitida al mismo entorno; es decir, la persona consciente, puede
gestionar su entorno inmediato, creando cambios significativos incluso en sus
redes cercanas.
Recuerdo un cliente que participó en un proceso terapéutico años
atrás, cuyo tema principal era la violencia que ejercía frente a situaciones que
se colocaban fuera de su control. A partir del proceso terapéutico y de ese análisis
de dinámicas que ya hemos abordado, encontró otras formas de respuesta alejados
de la violencia. Lo más interesante de este caso, fue que la persona comenzó a
conversar acerca de situaciones de violencia que percibía de sus redes cercanas
y cómo emprendía acciones para poder evitar y apoyar con alternativas a estas
personas.
Como psicoterapeutas, se cree que no podemos intervenir con
nada más que con el individuo que tenemos frente a nosotros; es preciso que
reflexionemos y que tomemos en cuenta que aquel individuo proviene de un
contexto y que ese contexto también influye en su construcción. La comprensión
de su mundo, es también la comprensión de nuestro mundo.
El ser humano amplía su consciencia sobre las problemáticas
que le acontecen a partir de prácticas como la psicoterapia… y no se queda en
los límites del consultorio: él las analiza, las contrasta con su realidad y
decide hacer algo por cambiar (ya sea modificar el entorno o adaptarse al
mismo).
La transformación de cualquier tipo en el individuo, lleva
inevitablemente a gestionar cambios en el entorno, incluyendo los cambios
sociales. La persona se organiza para cambiar en el colectivo, cambia su
perspectiva y re-organiza la forma en cómo la realidad social se encuentra
estructurada. El individuo cuestiona el status quo que le es impuesto y crea
nuevas formas de relación.
El ser humano es un ser político por naturaleza y crear
consciencia de su papel en el entorno, le hace apropiarse activamente
(responsabilizarse) de las riendas de su existencia y de cómo genera impacto en
lo otro (los otros).
Psic. Davy Aguilar Ríos
Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta
Contacto: 9992-19-89-51
"Trascender". Centro de Atención Psicológica Integral
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