lunes, 28 de mayo de 2018

Conmemorando la mediocridad: el fenómeno de la autocomplacencia profesional.

Una de las frases que más me irrita escuchar en las conversaciones casuales es: "Cuando termine de estudiar voy a (inserte aquí una acción cualquiera)". Y no es por una cuestión de forma, estilo o sintaxis, es simplemente porque aún me sorprende la manera en la que seguimos conceptualizando la educación y, sobre todo, la actualización profesional. El análisis de una simple frase cobra relevancia debido a que hemos descubierto, a largo de la historia de la humanidad, que el lenguaje tiene un papel preponderante en cómo le damos forma a nuestros pensamientos, a nuestras acciones y, por ende, a las sociedades que vamos construyendo de manera conjunta.

La trayectoria educativa y profesional de un individuo no finaliza al terminar su carrera, ya que desempeñar una profesión requiere de un compromiso permanente y constante de actualización. Esta actualización no necesariamente tiene que ser teórica o académica y aunque es altamente deseable que los profesionales de las diferentes disciplinas y ramas se especialicen, es una realidad que en México no todas las personas tienen los recursos necesarios para costear un nivel de posgrado o algún tipo de especialización. Aunado a esto, también es una realidad a nivel estadístico que los profesionales en México que adquieren Posgrado terminan siendo subempleados con un salario que no es equiparable a su formación profesional.


Este panorama no es muy diferente en la Psicología, que ha tenido que abrirse un camino propio mientras se debate entre dos raíces que parecieran bifurcarse de manera paralela, para ya no volver a tocarse, pero que tienen más en común de lo que entre ellas quieren admitir: La Medicina y la Filosofía. Aunada a esta ancestral confusión de identidad y roles, los profesionales de la Psicología tienen que luchar día con día con los estigmas que todavía persisten alrededor de la práctica psicológica en todos los ámbitos de acción en los que se desarrollan. Sin embargo, a mí me gustaría cuestionarles a mis colegas (y de paso cuestionarme a mí misma): ¿Qué estamos haciendo los psicólogos y las psicólogas para cambiar esto?

El primer paso que podríamos dar, y lo digo a manera de propuesta tratando de superar el inherente ímpetu humano de criticar sin proponer, es admitir que ni siquiera podemos ponernos de acuerdo en qué es exactamente lo que hacemos y que, aunque eso no es para nada necesario, nos daría excusa alguna para reunirnos fuera de los ambientes controlados de las universidades y los consultorios privados. Mi primera propuesta es dejar el miedo de lado y salir a las calles, conocer el entorno que nos rodea y percatarnos de qué es lo que podemos hacer para mejorarlo (o por lo menos no empeorarlo); reunirnos para crear comunidad, compartir experiencias, conocernos y reconocernos, pues a pesar de que somos una ciencia social y humana, aún nos hace falta como colectivo mucha humanidad y socialización.


Y tú que estás leyendo esto podrías pensar: ¿Qué tipo de propuesta es esa? Mi respuesta sería: la más urgente. Los profesionales de la psicología estamos creando un aura de misterio y misticismo alrededor de nuestra propia práctica que nos está desfavoreciendo, alejando a las personas que realmente necesitan de nuestros servicios y manteniendo con nuestras conductas el status quo de una sociedad que poco a poco se está viniendo abajo y que necesita de nosotros, de nuestro pronunciamiento en situaciones críticas como la violencia o el suicidio, situaciones en las que el gremio psicológico ha permanecido convenientemente en silencio.


El pasado 20 de Mayo se conmemoró el "Día del Psicólogo(a)", una celebración que pasa desapercibida como muchas veces pasa desapercibido nuestro rol; y eso no es algo azaroso ni tampoco tiene que ver con que sea opacado por el Día del Maestro, sino que tiene más que ver con la poca injerencia que el gremio psicológico ha tenido en los cambios sociales y lo poco que se ha logrado incluso dentro de la misma profesión. Es imperante que los propios profesionales de la Psicología empecemos a mirar más allá de lo que nos han dicho que hace un psicólogo y empecemos a involucrarnos verdaderamente para facilitar el bienestar del otro, no sólo aquel otro que puede pagar por nuestro servicios. Conozco muy pocos colegas que dan psicoterapia en lengua maya o que ofertan talleres escolares adecuados a los niños y jóvenes con N.E.E o con discapacidad, existen pocos psicólogos y psicólogas que dan acompañamiento con perspectiva de género o que  están sensibilizados para atender las necesidades de la comunidad LGBTTTI+, por mencionar algunas poblaciones vulnerables. 

Aún nos falta mucho camino por recorrer, empecemos por cuestionarnos qué estamos haciendo en nuestro entorno más inmediato y organicémonos para crear comunidad. Te sorprenderás de lo que puedes encontrar más allá de las murallas del celo profesional.

        
Psic. Carmita Díaz López 
Psicóloga Escolar y Psicoterapeuta
Contacto: 9991-11-94-03
"Trascender". Centro de Atención Psicológica Integral

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