jueves, 23 de agosto de 2018

La explotación de los ecosistemas, la explotación del ser humano


“Hasta que el último árbol sea cortado, el último río envenenado, el último pez sea pescado, sólo entonces el Hombre descubrirá que el dinero no se come”
-Proverbio Indio Cree

La presente entrada tiene por finalidad expresar la incertidumbre que me deja el rumbo del desgaste ecológico desde el análisis de la explotación de recursos naturales y de la huella ecológica que la Humanidad ha dejado a su paso:

Todos los días que me dirijo hacia el trabajo, hacia el consultorio, hacia mis diferentes destinos, me doy cuenta que mi visión se ha acostumbrado a mirar a todo paso, concreto, concreto y más concreto. Me resulta curioso, dado que por la situación geográfica de Yucatán, tenemos flora nativa en abundancia y que crece inclusive en nuestros patios, pero… ¿qué hace la diferencia entre el crecimiento de una “flor silvestre” y el crecimiento de la mega-plancha de concreto que se establece en Yucatán? Considero que la respuesta es bastante compleja y apunta a ese llamado “desarrollo urbano”, así como los hábitos que tenemos como ciudadanos.

Nuestros hábitos de consumo impactan directamente en el comportamiento ecológico y eso es llamado “huella ecológica” (global footprint), haciendo que la producción de basura y la explotación de nuestros recursos crezcan a niveles exponenciales. De hecho, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) notifica estudios donde se han registrado aumentos muy importantes en la aceleración del agotamiento de recursos del planeta.

Pero, ¿Por qué preocuparnos por el desgaste ecológico? Sencillo, no tenemos otro planeta en el cual habitar y siendo la Tierra como nuestra casa, tendríamos que cuidar de ella (así como ella cuida de nosotros). Se mira el famoso “desarrollo” como una perspectiva hacia el futuro; sin embargo, se nos olvida que el futuro también implica observar el curso y las acciones que emprendemos en el momento presente, ¿Qué estamos haciendo ahora para poder tener una pizca de seguridad de que nuestro planeta estará a salvo (y nosotros con él)?

Es decir, ¿Te imaginas no tener agua al alcance para poder subsistir o que el aire que respiramos esté contaminado?... Las respuestas no están tan alejadas de la realidad: existen poblaciones en México en donde el acceso al agua es muy limitado, no únicamente por la infraestructura para proveer este líquido vital, sino que la escasez ya está teniendo un impacto significativo en esta geografía; o existen situaciones en donde el agua es tan insalubre que tiende a ser no-apta para el consumo humano debido a los agroquímicos y contaminación del manto acuífero. De igual forma, el número de muertes atribuibles a la contaminación del aire se ha incrementado en 60% entre 1990 y 2015 en México, cifra que resulta por mucho, preocupante.

*Más del 40% de la población mundial padece escasez de agua.

¿Qué nos toca hacer desde nuestro entorno más inmediato?

He visto  campañas circulando en redes y en la calle sobre la modificación en nuestros hábitos de consumo. Tan sencillo como la reducción de plásticos (popotes o bolsas plásticas) que tarde o temprano acaban en los mares... Me parecen estupendas iniciativas, pero eso no es suficiente para frenar el agotamiento y contaminación de nuestros recursos. Hace falta más acción que trascienda la reflexión, sobre todo, salir de la zona de confort que nos proveen las redes sociales.

Hay dos cosas principales que nos toca hacer como ciudadanos del planeta: vigilar los proyectos que pretenden la explotación de los recursos de la Tierra, procurar que estos se aborden desde la sustentabilidad y la no-invasión de los ecosistemas (sí, creo que se puede promover un progreso social y económico sin necesidad de destruir) y promover tanto en nosotros como en nuestros entornos más cercanos, la reducción de desechos producidos por el consumismo exagerado.

Para vivir en responsabilidad, antes de usar las famosas 3R’s (reducir, reusar, reciclar), decidamos evitar la producción de basura y del consumo innecesario; el detalle está en que cada quien ha usado el concepto de “necesidad” a su antojo, prescindiendo del equilibrio adecuado con nuestro entorno.

El afán de lucrar con el medio ambiente nos ha llevado a la destrucción del mismo, esto puede frenarse y en el mejor de los casos, revertirse si colaboramos todas y todos para lograrlo.



No descarto que haya más opciones que tengan un impacto significativo en el desenvolvimiento de nuestro planeta y cualquier idea es bienvenida para pagar esta deuda tan grande que ya tenemos con él, solo agrego: el cambio ha de estar enfocado tanto en lo individual como en lo colectivo, no basta con que dejes de usar popotes, hace falta tomar medidas para poner un alto a la destrucción que produce la insistencia en obtener aún más recursos de donde ya obtuvimos más de lo necesario.

Me emociona mucho ver cómo florecen iniciativas como la reforestación de áreas comunes en la ciudad, la lucha por la conservación de las abejas, la defensa por el agua o por territorio indígena (nuestros grandes guardianes del ecosistema, de quienes nos hace falta aprender mucho). Iniciativas que nacen desde el corazón de colectivos, organizaciones y sociedad civil organizada. A estas iniciativas, podemos sumarnos y crear otras que frenen el abuso de la Tierra.

Piensa por un momento, ¿Qué está a mi alcance para aminorar mi huella ecológica y poder convivir en armonía con mi ecosistema? Tan fácil es pensar en la promoción del desarrollo como en la promoción del cuidado de nuestro hogar. Si estos recursos vivos llegan a desaparecer, desaparecemos con ellos.

Aquí te dejo un link para medir tu huella ecológica en temas de Energía, Agua, Transporte y Agua: http://www.tuhuellaecologica.org/

Psic. Davy Aguilar Ríos

Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta
Contacto: 9992-19-89-51
"Trascender". Centro de Atención Psicológica Integral