martes, 3 de abril de 2018

Los rostros de la violencia



Hablar de violencia requiere un sentido de  un pensamiento amplio, que englobe diversos elementos que se conjugan entre sí; también requiere un momento para hacer una autoevaluación sobre la responsabilidad que vamos teniendo en estos acontecimientos.

Estudié la licenciatura en Psicología y en los últimos semestres inicié mis prácticas en una Unidad de Atención a víctimas, desde ese momento pude ver y hacer más consciente el tema de la violencia y sus múltiples facetas. No es fácil hablar de ella, en muchas ocasiones resulta incómodo, pero  como dice aquél dicho popular, “no se puede tapar el sol con un dedo” y es un hecho que en la actualidad, los índices en el País se han elevado.

La finalidad de esta entrada es ofrecer una perspectiva que contribuya a la concientización de la violencia misma, a través de experiencias e ideas.
Pero, ¿Qué es la violencia?

Para poder hablar sobre “algo”, es necesario iniciar comprendiendo ese “algo”, aunque nos resulte complicado.  Es por eso que presentamos algunas definiciones de violencia:

Según la Organización Mundial de la Salud: Violencia es el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte.
Una primera idea de violencia, en un sentido amplio, se refiere al daño ejercido sobre los seres humanos por parte de otros seres humanos. (Jiménez, 2009)

La RAE, habla de violencia cuando se da una acción de cualquier ente, que produce la ruptura de la “armonía”.
Y así podría abordarse este término por miles de autores que se han enfocado en investigar dicho fenómeno desde hace algunas décadas.


¿Cómo surge la violencia?

La UNESCO, así como otras investigaciones, sugieren que la violencia es más cultural, es decir, que “se aprende”. Que el ser humano no es  violento por naturaleza.

Considero que la violencia es un problema social, un problema público, que está vinculado tanto con los ciudadanos como con el mismo sistema, denominado Estado.

Hablar de la responsabilidad que tiene el Estado, siempre es más fácil; ya que es una realidad que las políticas públicas no han tenido un gran impacto en materia de seguridad. Basta con revisar las estadísticas que día con día aparecen en los distintos medios de comunicación. 

Según las cifras oficiales, la violencia y las muertes aumentaron en 2017 (70 asesinatos al día), incluso superando al 2011(61 asesinatos), considerado el año más mortífero como consecuencia de “La guerra contra el narco”. Entre otros delitos como las violaciones, los robos, los secuestros, etc. 

No puedo dejar de leer esas notas, esos datos que van perdiendo sentido al ser números, pero que siguen impactando de tal forma que no me imagino cómo se da marcha atrás a toda esta ola de violencia, que parece no afectarnos. 

Cuando escucho sobre la violencia en el país,  no puedo evitar recordar casos sonados en los medios de comunicación como la matanza de Tlatlaya, los crímenes de Atenco, las muertas de Juárez, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, los múltiples feminicidios, la masacre de Tlatelolco, por mencionar algunos. Pero tal pareciera ser que estos delitos han quedado impunes y para algunas personas, también en el olvido.

También existen los casos locales, los casos que se dan en el Estado más “seguro” del País. Los delitos que no existen según los datos que proporciona el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Las voces de personas que incluso han sido víctimas del mismo Sistema que presta servicios de protección y seguridad.
 


Recuerdos regresan a mí de manera clara; me ubico en la unidad de atención a víctimas, recuerdo ver cómo llegaban integrantes de  familias destruidas porque la violencia se dio en sus hogares; mujeres que amaban a sus hijos y por eso decidieron “cargar su cruz”, quedarse y enfrentar los malos tratos con tal de que su familia permanezca. Me decían que jamás se dieron cuenta de lo que vivían, nadie les dijo que los insultos o jaloneos les dañaban más de lo que  pensaban, jamás imaginaron que aquellos celos sin fundamento fueran una bomba de tiempo. Creyeron que era normal, que era amor. No pensaron que sus seres amados pudieran hacerles tanto daño.

Habían niñas que fueron víctimas de Trata de personas, a quienes sus mismos padres les pusieron un precio, chicas que aprendieron por experiencia que “el amor desinteresado no existe”, jóvenes de 14 años que querían olvidar toda la violencia que vivieron dentro de sus casas y fuera de ellas. Niñas que replican las conductas violentas porque no aprendieron otra forma de comunicarse.

También pude ver niños que no comprendían lo que ocurría a su alrededor, no entendían por qué a su madre lloraba, por qué estaba  llena de heridas, por qué sus padres no les cuidaron; no comprendían bien, pero en sus ojos yo veía  tristeza, frustración y miedo.

Aquél lugar estaba lleno de historias, lleno de recuerdos y de esperanzas también, esperanzas de encontrar un espacio libre de violencia.



No se trata solo de cifras, son historias, son personas. Somos todos.



Hablar de estos temas resulta complicado, jamás me reúno en un bar o un café para ver de qué forma podemos hacer algo que contribuya a concientizar, a hacer algo por las víctimas o a armar algún plan de mejora de la situación; ¿por qué? Porque nadie quiere hablar de algo que incomoda, de algo que nos pone tristes, enojados o reflexivos. 

He escuchado a gente que dice que hay que dejar un mejor lugar para nuestros hijos, pero no sabe cómo. A diario leo “Cómo ser feliz siguiendo estas recomendaciones” y para nada les culpo, todos anhelamos la felicidad. Pero ponernos una venda en los ojos o crear una burbuja feliz, no nos hace menos propensos a pasar por alguna situación de violencia. Y si no somos capaces de mirar al otro, ser empático o poner sobre la mesa estas situaciones, nos será más difícil hacer algo.



Psic. Shadid Pech Dorantes
Psicóloga clínica y Psicoterapeuta
9999-18-04-62 
Trascender. Centro de Atención Psicológica.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario