El
año pasado (2020), me convertí oficialmente en un treintañero, y con ello, han
llegado numerosas crisis existenciales como acostumbra ser en mis experiencias
de vida, en una de ellas vienen entramadas las miradas que intercambio con mis
consultantes en los procesos de terapia en los que soy muy afortunado de ser
testigo y acompañante.
Esta
vez, me propuse escribir de forma errática, sin tanto orden, justo como suelen
surgir los encuentros uno a uno. En estos encuentros hay tantas formas posibles
y probabilidades para poder encontrarnos, nosotros (Yo, Tú) elegimos una en
especial de acuerdo a cada circunstancia, de acuerdo a cada tema en donde nos
vamos implicando. Si uso el “nosotros” en la redacción es porque justamente de
esto trata la Terapia, de un encuentro con la otredad.
Breve (y ni tan breve) introducción a
los textos
Apreciable
lector/a, frente a ti, se encuentra el primero de quien sabe cuántos capítulos
dado que esto no es para nada planeado, estas reflexiones irán surgiendo como
un proceso de meditación y que se derivan de acompañamientos a temas que tocan
y calan lo profundo de la existencia humana; una existencia que muchas veces es
compartida en espacios como la terapia o las relaciones interpersonales (de cualquier
etiqueta)… otras veces es llevada desde lo recóndito de nuestros espacios
aislados y allá es cuando a veces, suele convertirse en sufrimiento.
Hoy
me sirvo de la metáfora de Carmen Vázquez, a quien aprecio mucho y a pesar de
no tener el privilegio de conocerla en persona, indirectamente, he conocido a
través de sus textos: “El pensar es un borrador”, como tal, cobra vida al
abrirse dicho borrador frente al otro, este otro puede tener rostro o muchas
veces ser escrito para abrirse posteriormente.
Estos
escritos llevan el nombre “Cartas anticipadas para mi muerte” dado que de
origen, el ser humano busca un sentido a su propia existencia y por lo tanto,
la Trascendencia de sí mismo; nombre que por supuesto, llevamos a mucha honra
en nuestro consultorio: Trascender. Únicamente esta trascendencia puede darse
en el ser humano ante la consciencia de que existe en el mundo, es decir, ante
la existencia y testificación de otro. Ese “otro/a” eres tú, apreciable
lector/a.
Entonces,
la muerte puede ser parte de la vida (que lo es), pero la palabra puede incluso
trascender la muerte de manera simbólica; no importa cuándo, dónde o para qué
estés leyendo esto, la invitación es que te detengas de momentos a revisar cómo
estos temas planteados tocan sensiblemente tus experiencias, tanto como lo han
hecho con las mías: como terapeuta, como usuario de terapia, y más que nada,
como Ser-Humano.
No
pretendo escribir catedrática o académicamente lo que vivo en los procesos de
terapia y menos intelectualizar sobre cómo van surgiendo (de eso tengo/tenemos
mucho); sino reflexionar sobre estos temas que suelen emerger de entre las
grietas-creaciones dialogales que sostenemos en terapia. Estos diálogos, desde
luego, son naturalmente imperfectos, vivos, espontáneos y hasta artísticos;
cual poesía subversiva, cual grafiti contestatario o música de lírica rebelde.
Porque así es la terapia: imperfecta, errática, subversiva y disidente.
Lo
que sí es, una muestra de la desnudez con la cual nos acompañamos en terapia:
una desnudez existencial en la cual los temas de uno/a, impactan en el otro/a,
como en un ejercicio pendular, como en el impacto de cada tic tac del reloj que
anuncia y recuerda nuestra finitud.
Espero
que estos escritos dejen más preguntas abiertas que respuestas determinadas,
realmente esto último es lo que menos deseo. Yo miro la pregunta como un
constante caminar hacia la construcción de significados, como una constante
apertura de procesos que a veces pueden quedar inconclusos por diversas
circunstancias; esta incertidumbre también forma parte de nuestra vida, y es
con la otredad que vamos construyendo un cierre y de nueva cuenta, más
aperturas de procesos, nuevas preguntas. Entonces, si no te genera preguntas,
yo te regalo unas cuantas para ir reflexionando en nuestras experiencias.
Carta a nuestra Soledad
Aquella
vieja amiga que se pavonea de que nos ha acompañado durante tanto tiempo,
aquella de tiene cierto propósito y que es tan beneficiosa para muchos y tan
dolorosa para otros. Esa vieja amiga a veces melancólica, otras veces
placentera, busca siempre un lugar por el cual escabullirse y plantarse ante
nosotros.
En
ocasiones quiere que nos quedemos a jugar con ella en casa, origen de muchas
formas creativas de hacernos, crearnos y re-crearnos. Puede apoyarnos para
encontrarnos con la belleza de adentro de nosotros o incluso puede llegar a
hundirnos en lo profundo de nuestra existencia, allá donde tal vez no se
encuentren estructuras aún. -¿Qué es lo que hay al fondo? -Suele preguntar.
Fundamentalmente, le sirve y obedece al Estado, sin ella, el autoritarismo no podría tener la solidez que actualmente tiene en muchos sitios. Y es que el mirarnos desde allá, desde la Soledad, implica justamente apartarnos de nuestro entorno, segregarnos y buscar adentro de nosotros lo que no encontramos afuera, tal vez porque no lo haya… tal vez porque no lo he pedido… tal vez porque no me lo quieren dar… tal vez porque soy invisible… tal vez porque me han hecho invisible… tal vez porque hay mucha incertidumbre. Inserte aquí cualquier otro “tal vez”.
La
vieja amiga nos acompaña para desenredar muchos entramados de nuestro Ser, con un ligero inconveniente: que cuando no existe un límite para ella, esta soledad puede tornarse un tanto
imponente y sobre-pasarnos. Su forma más común es el aislamiento del cual se
nutre, toma fuerzas y nos embota en un ciclo sinsentido, sin fin.
En
la naturaleza existen numerosas especies animales que buscan refugio en la
soledad cuando se sienten heridos. Es este refugio el que les provee de un
espacio seguro para poder lamerse las heridas, descansar, recuperar fuerzas y
posteriormente, reincorporarse a la manada, es decir, salir de nueva cuenta al
mundo ¿Por qué en el animal-humano sería diferente? Nuestras heridas
corresponden a situaciones sociales, humanas, relacionales; es la soledad la
que nos provee de un espacio para dejarnos sentir la herida y curarla sigilosamente;
y una vez que contamos con la fuerza necesaria, salir al mundo… y tal vez, si nos damos el
chance, dejarnos sostener por otros seres humanos… tal vez, si nos damos el
chance, dejar que otros también participen en la curación de dichas heridas... tal vez, si nos damos el chance, pedir ayuda y abrir esta herida frente al otro.
Espero
estar siendo claro hasta este momento de la escritura; la soledad es mera
abstracción del “nosotros”; es gracias a que existe este nosotros, que podemos
separarnos hacia esta soledad, gracias a que existe esta herida, es que
constatamos que existen relaciones que nos vinculan con el mundo, y que son las
mismas relaciones con el mundo las que también pueden proveernos de un gran
potencial curativo.
Entonces,
es la mirada del otro, lo que muchas veces nos rescata del secuestro imperioso
de nuestra amiga, lo que nos re-coloca en el punto central de nuestras
relaciones con el mundo. Esta mentada mirada del otro, a veces respetuosa,
otras veces invasiva, algunas veces oportuna, otras veces inoportuna; siempre
irrumpe con estos círculos viciosos del secuestro de la soledad; en el momento
preciso en el que irrumpe… la soledad se transforma en compañía y es encarnado
bajo el rostro, cuerpo y alma de un otro.
No
nos olvidemos de ella, sigue siendo un tanto incomprendida, un tanto utilizada
(como en los viejos y no tan viejos gobiernos autoritarios) y un tanto
necesaria. Vaya que deja un sabor agridulce, “te necesito, pero a la vez admito
que puedes hacerme daño si te quedas mucho tiempo” es el mensaje que
regularmente le comunicamos. Aquí, en este mensaje hay mucho de lo que traen
consigo muchos otros temas existenciales de co-existir en el mundo, no existe
algo tal como un ganar-ganar. Existe más bien, un elegir-renunciar.
Junto
con la soledad, vienen muchas oportunidades de conocernos, re-conocernos, crear
y re-crearnos; asimismo, una renuncia a nuestro reconocimiento ante el otro (y
reconocimiento del otro). De igual forma, a veces necesitamos de ella en una
pequeña dosis para permitirnos este que-hacer humano comúnmente llamado
“crecimiento”, y como el Ser-Humano inevitablemente vive en relación, esta
soledad puede cobrar un sentido cuando después de vivirla, es presentada desde
sus creaciones ante otro/a, como una especie de exposición de arte; es entonces
que continuamos construyendo junto con el otro/a para que más procesos puedan
ir co-surgiendo a la par de lo que hemos ido experimentando a través de la
soledad, solo que ahora, desde la compañía.
¿Cuándo
nos hemos detenido a sentir la soledad? ¿Hay un fondo en esa soledad o es un
prolongado vistazo al abismo de nuestra existencia? ¿Cómo nos apoyamos del otro
para construir puentes soledad-compañía? ¿Es la soledad, igual que el dolor y el sufrimiento, un recordatorio vívido de nuestra existencia en el mundo?
Psic. Davy Aguilar
Contacto: 9992.19.89.51
Psicólogo y Terapeuta Gestalt
La soledad muchas veces trae paz, pero como bien lo mencionas a la larga no podemos estar solos mucho tiempo sin sentir repercusiones de temor, tristeza, abandono, al final somos una especie naturalmente sociable.
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