viernes, 8 de septiembre de 2023

Cartas anticipadas para mi muerte II

Tú eliges el lugar de la herida

en donde hablamos nuestro silencio

-Alejandra Pizarnik, 1990

 Carta a nuestros silencios

Es de esperar que le temamos tanto a los silencios cuando están impregnados de experiencias que pudieran traernos tensión en nuestras relaciones: el espacio que deja el amigo que desde hace tiempo no vemos, el mensaje que nos quedamos esperando pero que nunca llegó, la incomodidad de una visita que no se va pero que aguantamos para que no se ofenda, las palabras atoradas que no alcanzan al otro...

Creo que hay muchos tipos de silencios, pero de entre todos, quisiera destacar aquel que tiene una doble característica, el que nos hace frenar las palabras para cuidar del otro.

Mucha gente quiere platicar, hablar, contar sus cosas… Vivimos en una tiranía de la palabra que impide que entre tanto ruido podamos escucharnos, sostenernos e implicarnos; pienso que el silencio tiene la bondad de abrir un espacio al otro… un espacio en donde pueda compartir sus experiencias desde el amplio espectro que la humanidad nos aporta. Guardar silencio implica más que solo callarse, implica una atención plena hacia lo que la otra persona nos comparte; es estar afuera sin dejar de estar hacia adentro.

Justo por esta última línea que escribí es que pienso que el tema del silencio nos resulta más difícil como colectivo, a muchas y muchos nos entrenan en un mundo en donde “quien tiene la última palabra” ya lo dijo todo o donde las palabras ocupan un espacio importante entre nuestras relaciones; es decir, por alguna razón nos mantenemos más tiempo hacia afuera sin revisar con detenimiento cómo nos impacta (e implica) lo que el otro nos cuenta.

Creo que el riesgo de tomar estas enseñanzas o entrenamientos muy apegadamente es que nuestras palabras terminen desplazando u ocupando el espacio de la otra persona.

El sonido del silencio Lienzo Figura Óleo 

"The sound of silence" (Yury Fomichev, 2011)

En diferentes espacios me ha tocado coincidir con personas que tienen un discurso interno que suele ser avasallante con la otredad (yo mismo observo cómo también sostengo estos discursos), a tal grado que inclusive, restan espacio a lo que el otro pueda hacer o decir, se adelantan o hasta pasan por obvia la perspectiva de la otra persona. Creo que esto de la tiranía de la palabra nos ha empapado tanto que lo hemos internalizado: hay prácticas monológicas (de una sola voz) en lugar de dialógicas (de dos o más voces), ya no abrimos el diálogo porque sabemos (o creemos saber) lo que el otro ya tiene para compartirnos. Esto en conjugación nos ha traído una política contradictoria en nuestras relaciones humanas, donde por un lado hablamos más de lo que escuchamos y por el otro, ya no hablamos porque creemos saber lo que el otro nos va a decir o contar.

Soy fiel partidario de la protesta, de la lucha colectiva y de la subversión, es decir, de no quedarse calladas(os) cuando existen atentados a nuestra dignidad; claro que apoyo a aquella o aquél que toma la palabra para defenderse o defender a su pueblo. Lo que digo es que el silencio al interior de nuestras relaciones también puede ser subversivo, contestatario y revolucionario; porque en un mundo donde reina la tiranía de la palabra, abrir un espacio donde el otro pueda mostrarse, abre grietas en la hegemonía que nos impusieron.

Pienso que en el silencio nos creamos, nos construimos y nos reinventamos. Es gracias a ese espacio que nos podemos encontrar desde ese lugar en donde las palabras no pueden llegar a darle forma.

¿Acaso el silencio es otro lenguaje que dejamos de hablar? ¿Cuántos espacios hemos dejado de habitar cuando la palabra acumula e inunda? ¿Podemos co-habitar los silencios y las palabras sin quitarle la libertad al otro?

“…Continuemos juntos o separados,

Nuestra vida nunca volverá a ser la misma

Ya que nuestro encuentro nos habrá enriquecido”

-Carmen Vázquez Bandín, 2010

Carta a nuestras despedidas

Hablar de despedidas deja una sensación agridulce en la experiencia humana; en el consultorio suelen venir cargadas de una amplia gama de formas de transitarla: desde aquellas despedidas anticipadas-anunciadas hasta aquellas despedidas abruptas que nunca pensábamos que ocurrirían; he aquí el carácter sorpresa de la incertidumbre que acompaña nuestra existencia.

Centrarnos en las despedidas no es fácil, pero tampoco imposible. Poner palabras al sitio que las personas dejan en nuestra vida es una tarea (y un reto) que he asumido dado que esto para mí implica honrar este lugar.

Pienso que en el día a día nos toca desprendernos y despedirnos de muchas cosas y de personas; la despedida forma parte de esta cotidianidad a un grado tal que puede llegar a pasar desapercibido: nos despedimos de las personas pensando que en unas horas o días les volveremos a ver, o nos despedimos como una mera convención social porque nos dijeron que siempre hay que hacerlo. En cualquiera de los casos, los seres humanos asumimos ideas o hechos que hacen de la despedida algo que pasa por obvio; y como buen Gestaltista me siento invitado a explorar el tema.

La despedida abre paso a nuevos procesos o nuevos contactos con otras personas/hechos/proyectos/situaciones; gracias a la despedida tenemos la certeza de que algo se cerró o concluyó, aunque muchas veces no pongamos la mirada precisamente sobre este proceso. Lo curioso de este tema es que la despedida busca brindar un piso sólido en el mar de incertidumbre que la vida trae. 

Remedios Varo | La Despedida, 1958.

"La despedida" (Remedios Varo, 1958)

Es común que yo aliente a las personas que acuden a psicoterapia a una “sesión de cierre o despedida” cuando culminan sus procesos porque surge en mí una necesidad de decir adiós, de tener un diálogo que nos garantice que nuestra relación llegó a un punto de terminación (temporal o permanente y por las razones que ambos consideremos necesarias). Esto me invita a reflexionar sobre cómo las despedidas también se dan en nuestras relaciones humanas por fuera del consultorio.

Me agrada hablar de esto porque mi sentido de la dialéctica me dice que si hablamos de despedidas es porque previamente hubo un encuentro con otra persona. La despedida es un proceso que así como puede ser vivido como una pérdida, también es una ganancia para ambas partes: la ganancia de que este encuentro se generó, que nos habitó y nos transformó.

Creo que en la dialéctica encuentro-despedida hay una riqueza tal que aborda esa sensación agridulce que comenté al inicio. Despedirnos es un acto de amor al otro (abordo el tema del amor desde la óptica filosófica), es una forma de reiterar su libertad para construir relaciones humanas dentro y fuera de los cánones tradicionales o convenciones sociales… y dicho sea de paso, que el otro no es de nuestra propiedad. Es una forma de decir “Gracias por coincidir, ahora nos toca ir hacia diferentes direcciones”. Y quisiera hacer énfasis en que estas “diferentes direcciones” también tienen la marca o sello del encuentro, dado que el ser humano se enriquece de estos encuentros; nunca volvemos a ser los mismos después de una relación significativa.

¿Será que nuestros encuentros humanos ya tienen una carga de incertidumbre tal, que buscamos pequeños espacios de certeza? ¿Cómo nuestras despedidas son formas de dar la bienvenida a la novedad? ¿Podemos transitar la despedida con este lente de cultivar la libertad nuestra y de los otros?

Psic. Davy Aguilar
Contacto: 9992.19.89.51
Psicólogo y Terapeuta Gestalt

lunes, 17 de mayo de 2021

Formación de Psicólogos/as: Retos y Desafíos sociales (Por Facebook Live)

 


No te pierdas nuestra próxima transmisión en vivo
JUEVES 20 DE MAYO / 9 PM
Facebook de Trascender
Nos acompañará el Psic. Julio Polanco para ir revisando temas de interés en la Formación del Psicólogo/a

domingo, 25 de abril de 2021

Cartas anticipadas para mi muerte I

 Pensar es un borrador, y necesitamos
al otro para que colabore y enriquezca
nuestras ideas…Es mi necesidad del entorno
para poder seguir pensando y dando forma a mis ideas.
-Carmen Vázquez Bandín, 2010

El año pasado (2020), me convertí oficialmente en un treintañero, y con ello, han llegado numerosas crisis existenciales como acostumbra ser en mis experiencias de vida, en una de ellas vienen entramadas las miradas que intercambio con mis consultantes en los procesos de terapia en los que soy muy afortunado de ser testigo y acompañante.

Esta vez, me propuse escribir de forma errática, sin tanto orden, justo como suelen surgir los encuentros uno a uno. En estos encuentros hay tantas formas posibles y probabilidades para poder encontrarnos, nosotros (Yo, Tú) elegimos una en especial de acuerdo a cada circunstancia, de acuerdo a cada tema en donde nos vamos implicando. Si uso el “nosotros” en la redacción es porque justamente de esto trata la Terapia, de un encuentro con la otredad.

Breve (y ni tan breve) introducción a los textos

Apreciable lector/a, frente a ti, se encuentra el primero de quien sabe cuántos capítulos dado que esto no es para nada planeado, estas reflexiones irán surgiendo como un proceso de meditación y que se derivan de acompañamientos a temas que tocan y calan lo profundo de la existencia humana; una existencia que muchas veces es compartida en espacios como la terapia o las relaciones interpersonales (de cualquier etiqueta)… otras veces es llevada desde lo recóndito de nuestros espacios aislados y allá es cuando a veces, suele convertirse en sufrimiento.

Hoy me sirvo de la metáfora de Carmen Vázquez, a quien aprecio mucho y a pesar de no tener el privilegio de conocerla en persona, indirectamente, he conocido a través de sus textos: “El pensar es un borrador”, como tal, cobra vida al abrirse dicho borrador frente al otro, este otro puede tener rostro o muchas veces ser escrito para abrirse posteriormente.

"Le double secret" (René Magritte, 1927)

Estos escritos llevan el nombre “Cartas anticipadas para mi muerte” dado que de origen, el ser humano busca un sentido a su propia existencia y por lo tanto, la Trascendencia de sí mismo; nombre que por supuesto, llevamos a mucha honra en nuestro consultorio: Trascender. Únicamente esta trascendencia puede darse en el ser humano ante la consciencia de que existe en el mundo, es decir, ante la existencia y testificación de otro. Ese “otro/a” eres tú, apreciable lector/a. 

Entonces, la muerte puede ser parte de la vida (que lo es), pero la palabra puede incluso trascender la muerte de manera simbólica; no importa cuándo, dónde o para qué estés leyendo esto, la invitación es que te detengas de momentos a revisar cómo estos temas planteados tocan sensiblemente tus experiencias, tanto como lo han hecho con las mías: como terapeuta, como usuario de terapia, y más que nada, como Ser-Humano.

No pretendo escribir catedrática o académicamente lo que vivo en los procesos de terapia y menos intelectualizar sobre cómo van surgiendo (de eso tengo/tenemos mucho); sino reflexionar sobre estos temas que suelen emerger de entre las grietas-creaciones dialogales que sostenemos en terapia. Estos diálogos, desde luego, son naturalmente imperfectos, vivos, espontáneos y hasta artísticos; cual poesía subversiva, cual grafiti contestatario o música de lírica rebelde. Porque así es la terapia: imperfecta, errática, subversiva y disidente.

Lo que sí es, una muestra de la desnudez con la cual nos acompañamos en terapia: una desnudez existencial en la cual los temas de uno/a, impactan en el otro/a, como en un ejercicio pendular, como en el impacto de cada tic tac del reloj que anuncia y recuerda nuestra finitud.

Espero que estos escritos dejen más preguntas abiertas que respuestas determinadas, realmente esto último es lo que menos deseo. Yo miro la pregunta como un constante caminar hacia la construcción de significados, como una constante apertura de procesos que a veces pueden quedar inconclusos por diversas circunstancias; esta incertidumbre también forma parte de nuestra vida, y es con la otredad que vamos construyendo un cierre y de nueva cuenta, más aperturas de procesos, nuevas preguntas. Entonces, si no te genera preguntas, yo te regalo unas cuantas para ir reflexionando en nuestras experiencias.

Carta a nuestra Soledad

Aquella vieja amiga que se pavonea de que nos ha acompañado durante tanto tiempo, aquella de tiene cierto propósito y que es tan beneficiosa para muchos y tan dolorosa para otros. Esa vieja amiga a veces melancólica, otras veces placentera, busca siempre un lugar por el cual escabullirse y plantarse ante nosotros.

En ocasiones quiere que nos quedemos a jugar con ella en casa, origen de muchas formas creativas de hacernos, crearnos y re-crearnos. Puede apoyarnos para encontrarnos con la belleza de adentro de nosotros o incluso puede llegar a hundirnos en lo profundo de nuestra existencia, allá donde tal vez no se encuentren estructuras aún. -¿Qué es lo que hay al fondo? -Suele preguntar.

"Habitación de hotel" (Edward Hopper, 1931)

Fundamentalmente, le sirve y obedece al Estado, sin ella, el autoritarismo no podría tener la solidez que actualmente tiene en muchos sitios. Y es que el mirarnos desde allá, desde la Soledad, implica justamente apartarnos de nuestro entorno, segregarnos y buscar adentro de nosotros lo que no encontramos afuera, tal vez porque no lo haya… tal vez porque no lo he pedido… tal vez porque no me lo quieren dar… tal vez porque soy invisible… tal vez porque me han hecho invisible… tal vez porque hay mucha incertidumbre. Inserte aquí cualquier otro “tal vez”.

La vieja amiga nos acompaña para desenredar muchos entramados de nuestro Ser, con un ligero inconveniente: que cuando no existe un límite para ella, esta soledad puede tornarse un tanto imponente y sobre-pasarnos. Su forma más común es el aislamiento del cual se nutre, toma fuerzas y nos embota en un ciclo sinsentido, sin fin.

En la naturaleza existen numerosas especies animales que buscan refugio en la soledad cuando se sienten heridos. Es este refugio el que les provee de un espacio seguro para poder lamerse las heridas, descansar, recuperar fuerzas y posteriormente, reincorporarse a la manada, es decir, salir de nueva cuenta al mundo ¿Por qué en el animal-humano sería diferente? Nuestras heridas corresponden a situaciones sociales, humanas, relacionales; es la soledad la que nos provee de un espacio para dejarnos sentir la herida y curarla sigilosamente; y una vez que contamos con la fuerza necesaria, salir al mundo… y tal vez, si nos damos el chance, dejarnos sostener por otros seres humanos… tal vez, si nos damos el chance, dejar que otros también participen en la curación de dichas heridas... tal vez, si nos damos el chance, pedir ayuda y abrir esta herida frente al otro.

"La herida en el pie" (Joaquín Sorolla, 1909)

Espero estar siendo claro hasta este momento de la escritura; la soledad es mera abstracción del “nosotros”; es gracias a que existe este nosotros, que podemos separarnos hacia esta soledad, gracias a que existe esta herida, es que constatamos que existen relaciones que nos vinculan con el mundo, y que son las mismas relaciones con el mundo las que también pueden proveernos de un gran potencial curativo.

Entonces, es la mirada del otro, lo que muchas veces nos rescata del secuestro imperioso de nuestra amiga, lo que nos re-coloca en el punto central de nuestras relaciones con el mundo. Esta mentada mirada del otro, a veces respetuosa, otras veces invasiva, algunas veces oportuna, otras veces inoportuna; siempre irrumpe con estos círculos viciosos del secuestro de la soledad; en el momento preciso en el que irrumpe… la soledad se transforma en compañía y es encarnado bajo el rostro, cuerpo y alma de un otro.

No nos olvidemos de ella, sigue siendo un tanto incomprendida, un tanto utilizada (como en los viejos y no tan viejos gobiernos autoritarios) y un tanto necesaria. Vaya que deja un sabor agridulce, “te necesito, pero a la vez admito que puedes hacerme daño si te quedas mucho tiempo” es el mensaje que regularmente le comunicamos. Aquí, en este mensaje hay mucho de lo que traen consigo muchos otros temas existenciales de co-existir en el mundo, no existe algo tal como un ganar-ganar. Existe más bien, un elegir-renunciar.

Junto con la soledad, vienen muchas oportunidades de conocernos, re-conocernos, crear y re-crearnos; asimismo, una renuncia a nuestro reconocimiento ante el otro (y reconocimiento del otro). De igual forma, a veces necesitamos de ella en una pequeña dosis para permitirnos este que-hacer humano comúnmente llamado “crecimiento”, y como el Ser-Humano inevitablemente vive en relación, esta soledad puede cobrar un sentido cuando después de vivirla, es presentada desde sus creaciones ante otro/a, como una especie de exposición de arte; es entonces que continuamos construyendo junto con el otro/a para que más procesos puedan ir co-surgiendo a la par de lo que hemos ido experimentando a través de la soledad, solo que ahora, desde la compañía.

¿Cuándo nos hemos detenido a sentir la soledad? ¿Hay un fondo en esa soledad o es un prolongado vistazo al abismo de nuestra existencia? ¿Cómo nos apoyamos del otro para construir puentes soledad-compañía? ¿Es la soledad, igual que el dolor y el sufrimiento, un recordatorio vívido de nuestra existencia en el mundo?

Psic. Davy Aguilar
Contacto: 9992.19.89.51
Psicólogo y Terapeuta Gestalt

domingo, 27 de diciembre de 2020

La Nostalgia de quienes se quedan

Dedicado a quienes se fueron este año:
Tía Lucy, Tío Chucho
y demás que trascendieron la vida 

Duele revisar hacia adentro y buscar las palabras exactas que reflejen mi sentipensar al respecto; pese a la incertidumbre de la redacción y de poder encontrar dichas palabras, me atrevo a plasmar en esta entrada, lo que yo y muchas personas han vivido en esta actualidad que nos toca vivir.

Creo que como todo buen escrito, ha de venir matizado de las raíces que componen el título; así que comenzaré por allá. “Nostalgia” es una palabra que por muchos años, los seres humanos hemos sobre-explotado y que en diversas ocasiones suele confundirse con la tristeza (y no es para menos, si son primas hermanas). Las raíces griegas de la Nostalgia descansan en dos principales elementos: Nostós (νόστος) que significa regreso y álgos (ἄλγος) que significa dolor; es así que describimos este intenso sentimiento de anhelo o esperanza porque aquellos acontecimientos o situaciones del pasado, regresen a nuestro presente.

Esta nostalgia puede invadirnos y hacernos desear momentos, lugares, experiencias y sobre todo, personas que ya se han desvanecido o que han partido de este mundo y que no volverán. Es por esto mismo, que la nostalgia suele ser tan abrumadora que quienes la vivimos solemos transitarla con sufrimiento; ¡no nos detengamos, el sufrimiento también forma parte de los diversos matices de la vida! Aunque una tendencia es a huir de este mismo sufrimiento o repudiarlo de nosotros, creo que es necesario darnos tiempo de sentirlo, ya que como todas las emociones y sentimientos, son testimonio de nuestra existencia.


Entre los puntos altamente positivos que le encuentro a la nostalgia, está el recuerdo… recordamos los momentos, las personas, los lugares con quienes estuvimos en contacto y nos relacionamos; esto último que menciono, creo que es lo más fundamental de escribir sobre dicho sentimiento humano, ya que nos proporciona la capacidad de resignificar nuestra propia existencia y de proyectarla de cara al futuro a partir de esta consciencia de que algo/alguien tan significativo existió en nuestro marco de experiencias y que nos toca continuar caminando ante su ausencia.

Pero, ¿el tomar en cuenta estos puntos positivos ayuda a hacer menos dolorosa la nostalgia? La verdad no, solo la hace entendible. La nostalgia de quienes nos quedamos es dolorosa por origen, es la huella de que alguien ha tocado nuestro corazón el tiempo que fue necesario y que ese contacto fue tan prometedor que nos ha sacado del lugar común que nos proveen el resto de las experiencias; es decir, el contacto con ellos, ha sido tan representativo para nosotros que la nostalgia se hace presente para despertar las experiencias más esenciales con ellos y todo un proceso de aceptación de su ausencia física al interior nuestro.

"El encuentro entre dos personas es como el contacto
entre dos sustancias químicas: si se produce
una reacción, las dos se transforman"
Carl G. Jung

La pandemia nos ha llenado de muertos, de incertidumbre y ha acrecentado el volumen de experiencias nostálgicas en nosotros, ante lo que en algún momento fue y hoy pudo ser… pero ya no más. Yo lo constato en mi transitar por estas experiencias y admiro la ausencia de quienes no pudieron estar esta navidad o compartir los abrazos como cada año solía ser; a punto de terminar el año, esta nostalgia se acentúa.

En estos momentos tan llenos de incertidumbre que la pandemia por COVID-19 nos provee, solo podemos abrazar estos recuerdos de quienes también han transitado el mundo acompañándonos y llenándonos de sus tan particulares formas de ser, agregando crecimiento en nosotros, ya que cada contacto con ellos, no es un episodio en vano, sino que funge como catalizador de nuestra persona. Nuestros encuentros con quienes ya se han ido, nos hacen más humanos, más sensibles y vulnerables; tanto como cuando ellos se marchan y nos toca vivir la nostalgia abrazando el dolor al que conlleva su ausencia para resignificar nuestra propia existencia, para vivir el presente y atesorar el pasado.


Hoy la invitación no es a repudiar la nostalgia, sino a vivirla como deviene en nosotros, ya sea con llanto, recuerdos, risas, sollozos, y sobre todo, con el sostén de quienes se han quedado junto con nosotros, ante estas inevitables ausencias.

Ser-Humanos implica ser conscientes de esta finitud de la vida, aunque a veces duela o sea inesperada. Ser-Humanos implica entender que esta nostalgia de quien se queda, es por el amor de quien se va.

Psic. Davy Aguilar
Contacto: 9992.19.89.51
Psicólogo clínico y Psicoterapeuta Gestalt

martes, 20 de octubre de 2020

Jornadas de Arte y Ser Vol. 5

 



Te invitamos a checar nuestra cartelera de talleres en las Jornadas de Arte y Ser Vol. 5. Este año, como los anteriores, tendremos facilitadores de calidad y amplia experiencia 👌

Costo de talleres: $150 MXN por persona.

Inscríbete llenando el siguiente formulario:


#JornadasDeArte #Psicoterapia #Creatividad

*Las Jornadas de Arte y Ser son vinculaciones que Trascender realiza con artistas, autores y terapeutas con amplia experiencia en su ramo. El propósito de estas Jornadas, es acercar Arte en conjunto con la Psicología, con talleres y actividades muy accesibles en costos.

¡Participa!

martes, 2 de junio de 2020

Escribir desde la rabia, cuestionar desde el privilegio y luchar desde la colectividad


I can´t breathe…
George Floyd

Hay días como hoy, en los que la desesperación se anida en mi pecho y la desesperanza recorre todo mi cuerpo como si fuera su casa. Otros días me visita la tristeza, a quien conozco desde hace bastante tiempo y nos tomamos un café en la puerta de mi departamento, mientras contemplamos la lluvia caer. Pero estos últimos días, el sentimiento de rabia se ha apoderado de mis entrañas, me quema como fuego en la garganta y estas cuatro paredes sofocan mis gritos pidiendo justicia a un sistema que lleva milenios haciéndose el sordo.

Es por esa razón que he decidido convertir mis gritos ahogados en palabras y mis puños cansados en dedos que teclean, para cuestionarme desde mi propio privilegio y mi posibilidad de quedarme en casa, haciendo un llamado a quienes luchamos desde cada trinchera para que la llama de ésta rabia nunca se apague, "hasta que la dignidad se haga costumbre" (Sub. Galeano y Comdta. Ramona, EZLN).


En un país donde existen más de 100 mil personas desaparecidas (61 mil personas de acuerdo a cifras “oficiales”), donde se asesinan a 10 niñas y mujeres cada día y donde presentamos índices de violencia comparables a otros países que enfrentan conflictos armados, la indignación, el miedo y la impotencia son sentimientos con los que tenemos que lidiar cada día y que tienen costos sociales y psicológicos que poco a poco nos están pasando factura.

Haciendo referencia a la entrada anterior de mi compañero Davy   (http://trascendercapsi.blogspot.com/2020/05/el-virus-que-exhibio-la-desigualdad.html), la pandemia ha logrado sacar de manera muy cruda el clasismo, racismo, desigualdad social, xenofobia y el terrorismo de Estado (y de nación) que habíamos estado viviendo desde hace décadas, pero que había estado disfrazado bajo el velo de lo políticamente correcto, sostenido por las estructuras hegemónicas de una sociedad patriarcal, neoliberal y esencialmente capitalista. El virus y la cuarentena, impuestas por la “nueva normalidad”, nos orillan a mantenernos separados, aislados de nuestros compañeros y compañeras de lucha, tratando de encontrar otras maneras mantener nuestra colectividad incluso en la distancia, a través del uso de la tecnología (también mediada por las élites de poder) para subsanar los vacíos que nos deja ésta lejanía que cada vez nos pega más.

Tener la posibilidad de escribir desde la rabia, que sigue estando enmarcada en la  comodidad de mi hogar, me hace replantearme éstos privilegios que me han sido otorgados y me mueve a buscar una forma de ponerlos al servicio de otras y otros, cuyas luchas son distintas pero que pesan tanto como las luchas a las que yo decido apoyar y que me atraviesan. Como una mujer mexicana de tez morena, que se adscribe como feminista interseccional y se nombra como parte de la comunidad queer, he aprendido a simpatizar con las luchas de otros colectivos que han forjado su historia caminando a través de la discriminación, la violencia, la otredad y la invisibilización. Por estas razones y por mi propia historia es que la rabia me mueve a decir: ¡Ya basta!  ¡Nuestras vidas no son desechables, somos personas no cifras! ¡Estamos distanciadxs, pero NO ESTAMOS SOLXS!


¡Exigimos que se haga justicia! La desigualdad social, la violencia de género y el racismo no entran en cuarentena, siguen estando presentes en nuestras vidas de una u otra manera, están en nuestra propia casa, en nuestro barrio, en nuestro Estado y en nuestro país. Las leyes nos siguen violentando de manera sistemática y continúan favoreciendo a un porcentaje reducido de ciudadanos, decisiones que se toman detrás de escritorios de caoba hechos a la medida para el político en turno y que están pensadas para seguir manteniendo el status quo.

Les invito a utilizar la rabia colectiva para luchar contra aquellos que prometieron protegernos pero que nos han sofocado hasta la muerte, aquellos que deciden mirar al otro lado cuando las violencias nos transgreden, porque si no estás indignado… no estás prestando suficiente atención. Miremos más allá de los movimientos a los que representamos o que nos representan, miremos la colectividad que surge de unir todas las luchas, de poner el privilegio al servicio del otro y de mirarnos más allá de nuestras diferencias.


MPAE. Carmita Díaz López
Psicoterapeuta Gestalt y Psicóloga Escolar 
Contacto: 9993353681

martes, 12 de mayo de 2020

El virus que exhibió la desigualdad social

La presente entrada corresponde a mi punto de vista, el cual representa solo una perspectiva (de muchas otras) del panorama actual que nos muestra la pandemia.

Mi intención es poner palabras a las situaciones sociales que presencio actualmente y que muchas veces pasan desapercibidas por enclaustrarnos, aislarnos o sencillamente desentendernos del entorno en el que nos toca vivir.

En tiempos actuales de pandemia, nos toca presenciar el colapso de muchos de nuestros sistemas en general: el económico que tan pobremente se ha sostenido ante las malas administraciones de los gobernantes; el de salud que se sostiene gracias a los esfuerzos de la gente tan dedicada ante la débil logística de la burocracia; y el que más duele mencionar, que es el social, afectado en la forma en la que vemos (o no-vemos) otras realidades diferentes a la nuestra.


Las políticas públicas del "Quédate En Casa" suelen ser muy eficaces para la gente que se ha beneficiado del sistema político bajo el cual se erige la hegemonía, así como la gente que se sostiene económicamente bajo un sueldo estable y percepciones fijas. ¿Pero, qué hay de las personas que están en estratos más bajos de la “escala social”? Hablo de las personas que no pueden parar para “quedarse en casa” dado que sus ingresos corresponden a una actividad económica donde no tienen ni el mínimo de prestaciones o un salario digno.

La pandemia y las contingencias sanitarias desatadas a raíz de esta, nos muestran estos panoramas que suelen ser desalentadores para quienes se atreven a mirar más allá de sus propias realidades (comúnmente mal-llamados mundos). Jóvenes y adultos que han sido despedidos de sus trabajos por la falta de recursos o infraestructura de las empresas que se ven afectadas; empresas que también tienen que cerrar puertas definitivamente perdiendo empleos masivamente; Familias que se han quedado sin sustento, ni lo básico para poder subsistir teniendo que apelar a las invitaciones del gobierno (que tampoco se da abasto) para apoyos económicos o de despensa; vendedores ambulantes y otros trabajadores que tienen que elegir entre resguardarse del peligro infeccioso que conlleva salir a ejercer sus actividades o bien, exponerse para no pasar hambres; “home office y home school” para quien no tiene ni los implementos básicos para su ejercicio (sin internet, sin computadora).

Goldie revela por accidente quién es Banksy, pero... ¿realmente ...
"No Future" (Banksy, 2010)
Se estima que se han perdido hasta hoy (Mayo 2020), cerca de 500 mil empleos y que las condiciones pintan a perder cerca de 500 mil más (de acuerdo con la STPS). Conllevando a acelerar el decaimiento económico y social, evidenciando aún más esta brecha entre el que tiene y el que no. Esto desde luego, tiene una afectación más allá de nuestros bolsillos, incluso en el ámbito psicológico, porque es más fácil pensar con el estómago lleno.

“Hablar de justicia social, también es hablar de salud mental”

Estas escenas que nos muestra la situación sanitaria actual, no han de pasar desapercibidas, dado que son situaciones del México cotidiano que se han acentuado ante la debacle socio-económica y que corresponden a las necesidades de las personas más vulneradas por la jerarquía social.

Las alternativas más allá de la contingencia


"Yo te decía que la solidaridad
es la ternura de los pueblos.
Te lo decía después del triunfo,
después de que pasamos
los tiempos duros de batallas
y llantos" 
(Gioconda Belli)


Desde ahora, muchas personas ponen sus esperanzas en reanudar sus actividades al término del aislamiento con el tan pronunciado “cuando termine la contingencia…”; no quisiera salirme del tenor y continuar con esto.

Cuando termine la contingencia: los grupos vulnerables seguirán allá, ¿Tendremos la misma visión que nos ha removido la pandemia para poder apreciarlos? Digo esto en el sentido estricto de la horizontalidad y puesto en cuanto a un ejercicio de mirar hacia el otro que tanto se ha recitado en estos tiempos.

Es decir, mirar al otro más allá de mis/sus limitaciones como seres humanos con ciertas condiciones desde la naturaleza socio-económica y desde la existencial, observar que ambos sostenemos la misma vulnerabilidad y fragilidad de la incertidumbre que nos proveen los cambios sociales abruptos como una pandemia.

Pero esto no se queda nada más allá, sino que implica mantener esta mirada de forma proactiva y hacer algo por ello (irnos hacia la acción) como muchas iniciativas privadas, públicas, civiles y a final de cuentas humanas, han surgido. Mirar al otro implica mirarnos como seres comunitarios que somos e implicarnos desde la horizontalidad que nos proveen los sistemas humanos; nadie por encima de nadie, sino en una forma de apoyo mutuo.

Pienso que la cura ante el individualismo exacerbado y la desigualdad social es ante todo, la solidaridad y la lucha por un mundo más justo para todas y todos. Construir un mundo fuera de las bases hegemónicas de las jerarquías sociales donde "nada humano nos sea ajeno" se desarrolla mediante la práctica de mirar hacia aquellas situaciones vulnerables que comúnmente son invisibilizadas o atenuadas por el narcisismo de la cultura dominante.
¿Podemos mirarnos como comunidad más allá de la distancia?

Psic. Davy Aguilar
Psicólogo clínico y Psicoterapeuta Gestalt
Contacto: 9992-19-89-51