Por este medio quiero realizar una disculpa pública a mi yo de quince años de edad cuando me dejé llevar por los estándares socialmente establecidos y renuncié a mi sueño de ser escritora/filósofa para perseguir la "estabilidad" de un empleo formal que terminó siendo una pesada broma cósmica, ya que en la época en la que nos tocó vivir la estabilidad económica (en un sistema neoliberalista) es bastante complicada de alcanzar.
La entrada de este blog es una reflexión personal, a modo de una carta abierta, sobre la poca importancia que se le da a las expresiones artísticas en nuestra sociedad actual, cuyo ritmo de vida entorpece la simple apreciación de la belleza y subestima la necesidad de la expresión artística como un medio de comunicación y de relación con el entorno.
Existe una frase del genial Edgar Degas que versa lo siguiente: "El arte no es lo que ves, sino lo que haces ver a los demás". Esta simple frase de no más de un renglón encierra la compleja necesidad que tenemos los seres humanos de conectar con el otro a través de todos los medios posibles, pues aunque muchas de las expresiones artísticas más conocidas (literatura, pintura, música) se generan en solitario, únicamente pueden cobrar sentido al momento de la interacción con un interlocutor. Y esta interacción no es unilateral, como nos han querido hacer creer; es total y completamente bidireccional.
Uno de mis ejemplos favoritos de este curioso fenómeno es la literatura. Quisiera hablarles de una de mis autoras favoritas, una escritora brasileña llamada Martha Medeiros que además de escribir prolíficamente sobre la vida de la mujer en la época moderna y las peripecias de la modernidad y la globalización, explica una situación que ella (y otros escritores) nombran "La muerte del autor". Este fenómeno consiste en el hecho de que una vez que una pieza de literatura entra en contacto con el otro, un otro que es diferente a quien escribió dicha pieza de literatura, el autor de esta pieza desaparece y se diluye entre el ser de quien lee, interpreta y re-interpreta el texto.
Esta situación no es exclusiva de la literatura, sino que es una característica casi mágica que está presente en todas y cada una de las expresiones artísticas. Como recita aquella frase de Francis Bacon, que es atribuída a David Hume pero que sospecho que realmente es de Platón: "La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla". Quien diga que la filosofía no es un arte en sí misma, estoy segura que no ha encontrado al filósofo correcto.
La razón por la que el arte y las personas que se dedican a él son infravaloradas reside en que las expresiones artísticas en sus diversas formas nos proveen de algo que es intangible, etéreo e imposible de cuantificar, aún cuando se le ponga un precio. El arte ha existido desde el inicio de las diversas civilizaciones, está presente en prácticamente todo lo que hacemos y es una de las necesidades más orgánicas y sociales que tenemos los seres humanos: la necesidad de crear y recrearnos.
¿Y saben a quien culpo directamente por este desdén injustificado a las bellas y no tan bellas artes? A la educación tradicionalista. Ustedes dispensarán, queridos lectores, sé que puede parecer un poco incongruente que una psicóloga escolar hable de esa manera sobre el sistema educativo pero es que la realidad dentro las aulas nos muestra una represión impresionante en la expresión emocional y en la libertad de los alumnos y alumnas en miras de la mejora de los aprendizajes meramente académicos. Es en este punto donde las disciplinas como la educación, la psicopedagogía, el trabajo social y la psicología educativa podrían apoyarse de la expresión y apreciación artísticas para complementar el trabajo que se realiza con niños, niñas y jóvenes... pero deciden voltear hacia otro lado y llamar vandalismo a los interesantes grafittis que los alumnos de la secundaria pintaron detrás del muro de su escuela, donde plasman partes de su ser que no les comparten ni a sus mejores amigos o amigas.
Despido esta entrada, que poco a poco se transformó en una apología y luego pasó a ser una carta abierta (porque con la literatura y con el arte en general, todo es posible) con la firme convicción de que el arte es nuestra última esperanza de mantener nuestra humanidad en un mundo cada vez menos humano. Espero con ansias el día en el que cualquier chica de quince años no tenga que elegir entre ser escritora y tener un empleo estable y bien remunerado y en donde las personas que nos dedicamos al arte en cualquiera de sus variantes no seamos juzgados ni señalados por una sociedad que no comprende la imperante necesidad de poner nuestro ser al servicio del ser de los demás.
"Take your broken heart, make it into art"
Carrie Fisher
Psic. Carmita Díaz López
Psicóloga Escolar y Psicoterapeuta
Contacto: 9993-35-36-81
Centro de Atención Psicológica Integral. Trascender.